domingo, 11 de abril de 2010

Jaime se enfada cuando le llaman Jaime




Tras criticar públicamente a los fiscales anticorrupción por citarle como Jaime Matas, el ex president se dio de bruces con el juez, que le hizo leer en pie y ante toda la sala hasta seis documentos del propio Jaume-Jaime en los que se identifica a sí mismo como "Jaime Matas Palou"


Matas nunca se había visto en una igual. Pónganse en situación. Imaginen a un ex president del Govern sentado ante el tribunal. Imaginen más. Verán a Matas, una silla y poco más. Apenas los tres metros de espacio desnudo que le separan del rostro ceñudo del juez Castro. A derecha e izquierda, los fiscales anticorrupción y los abogados del ex ministro del PP. Detrás una sala pequeña repleta de letrados. Todos a la espera. Todos expectantes. Todos cansados tras dos días de interrogatorio trabado, severo, profundo. Implacable.

Rompe el silencio la voz de un juez de tono grave e intención mordiente: "A ver, usted, Jaume o Don Jaume. Venga aquí". Y Jaume o Don Jaume va. Abandona la silla, cabeza gacha y mirada baja para ponerse ante el magistrado del caso Palma Arena. "Lea lo que pone aquí". "Jaime Matas Palou", lee el aludido ex president con los ojos clavados en el papel. "Ahora dígame lo que pone aquí". "Jaime Matas Palou", repite el ex sin levantar cabeza. "Y ahora, aquí. ¿Reconoce este escrito? Es suyo. Lo digo porque no quisiera ser irrespetuoso hacia estas islas y bautizar a nadie con un nombre que no tiene. Soy muy respetuoso y quiero mucho a esta tierra. Así que, ¿puede decirme qué nombre se pone usted mismo, señor Matas, en este documento?". "Jaime Matas Palou", concede cohibido el propio ex ministro poliimputado. "¿Se autolesiona usted cuando se titula a sí mismo Jaime? Pues lea el nombre que se pone aquí, aquí y aquí". "Jaime Matas, Jaime Matas, Jaime Matas", reza en voz queda el ex president, la cabeza siempre gacha.

Y sigue el juez, poco dispuesto a dejar pasar las acusaciones "inoportunas" del ex president contra la Fiscalía por citarle en algunos documentos como Jaime Matas, obviando así su apelativo en catalán. "Mire usted lo que hace este juzgado. Esto es una providencia que hemos enviado a todas las partes. Lea el nombre que pone". Y Matas, mirada en el suelo, lee: "Jaume Matas Palou". "Lea también aquí. ¿Qué pone". "Jaume Matas". "Y aquí en dos ocasiones, ¿cómo le nombra este juzgado?" "Jaume Matas". "¿Y aquí, aquí y aquí, señor Matas, cómo le llamamos?" "Jaume Matas, Jaume Matas, Jaume Matas", concluye el aludido la letanía. Aún de pie. La mirada siempre baja, herido de orgullo."Yo nunca me he quejado del juez... –apunta casi inaudible–Y soy libre de querer que se use el nombre que yo quiera". ¿Se lo niega alguien?, aprieta el magistrado incansable. "Los fiscales anticorrrupción", persevera Matas, modoso cual escolar cogido en falta, pero acusativo. "Ya, y usted no se falta al respeto a sí mismo cuando se escribe Jaime ", zanja el juez. Cortante. Severo. Implacable. Poco amigo de invenciones e imaginaciones en su sala. Así que dejen de imaginar: lo que se relata ocurrió tal cual se cuenta. Y quienes lo contemplaron nunca habían visto a Matas en una igual.

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